Han sido buenos días para él, a pesar de los riesgos de latentes de fragmentación, las corrientes del PRD parecen haber encontrado en su liderazgo un motivo de unión. Prueba de ello es que su candidata y ex funcionara del gobierno de la CDMX, Alejandra Barrales, alcanzó la presidencia de su partido con algunas inconformidades minoritarias.
Lo claro hasta ahora es que el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, es el único actor político con peso suficiente para ser candidato presidencial del PRD, más allá de otros como los gobernadores de Michoacán, Silvano Aureoles y de Morelos, Graco Ramírez, que han alzado la mano pero cuyos liderazgos están localmente circunscritos.
Mancera sabrá si le conviene o no afiliarse al partido, pero hasta ahora ese no ha sido requisito indispensable para posicionarse como un actor definitorio en la sucesión presidencial del año 2018.
Por lo pronto el jefe de gobierno ha empezado a sentir los costos políticos de ser presidenciable. El embate del gobierno federal vía Profepa, más allá de un diferendo por las políticas medioambientales en la ciduad, parece llevar un mensaje: en la medida en que se acerquen las horas de definiciones tendrá más presiones de todos los frentes, incluido el federal a cargo del PRI.
La gran pregunta es si la izquierda irá dividida con dos candidatos presidenciales, pues Andrés Manuel López Obrador ha dicho que aparecerá en la boleta de nuevo, como sea, y Mancera ha planteado su desacuerdo con la política izquierdista de reducir la política a los “buenos contra los malos”.
Cualquier cosa que decida Mancera, ir como candidato presidencial del PRD o llegar a una negociación con AMLO, el jefe de gobierno de la CDMX será definitorio en lo que suceda en los comicios presidenciales. |